Dios permitió a Salomón construir un hermoso templo, donde
se adorara su nombre continuamente. Pero en su divina sabiduría advierte al
pueblo respecto de las cosas que son más importantes. La prioridad en el
corazón de Dios no es edificar templos materiales hermosos, sino edificar
corazones obedientes en aquellos que le reciben como Señor y Salvador. Las
bendiciones de una vida de obediencia pueden perderse si nuestro corazón se
aparta del Señor, pero aun es nuestro rebelión, Dios sigue siendo
misericordioso y promete sanarnos de nuestra maldad si nos arrepentimos y nos
humillamos ante su gloria.
Dios permitió a Salomón construir un hermoso templo, donde
se adorara su nombre continuamente. Pero en su divina sabiduría advierte al
pueblo respecto de las cosas que son más importantes. La prioridad en el
corazón de Dios no es edificar templos materiales hermosos, sino edificar
corazones obedientes en aquellos que le reciben como Señor y Salvador. Las
bendiciones de una vida de obediencia pueden perderse si nuestro corazón se
aparta del Señor, pero aun es nuestro rebelión, Dios sigue siendo
misericordioso y promete sanarnos de nuestra maldad si nos arrepentimos y nos
humillamos ante su gloria.
El pueblo cristiano tendrá que padecer diversas pruebas
mientras se encuentre en este mundo caído, como la delincuencia, la escasez, la
injusticia y el menosprecio, y pueden presentarse con tal fuerza, que dañen la
moral y aparezcan pensamientos de frustración, dolor, derrota y miedo. Pero aún
en la tribulación, Dios sigue teniendo cuidado de su pueblo, y ofrece una
maravillosa promesa de sanidad, cuando nace en el corazón del hombre un
arrepentimiento genuino, y una total humillación ante su soberanía (v14)
Las promesas del Señor siguen sobre el pueblo, y promete
estar atento a las situaciones por las que tenga que pasar, observar con
atención sus hechos y escuchar sus oraciones, pero la obediencia sigue siendo
una condición fundamental para la bendición del Señor (v15).
La bendición que Dios trae a la vida de los creyentes,
cuando toman con valor el reto de vivir en santidad, puede perderse. Aquellos
que participaron de estas bendiciones y posteriormente decidieron entregarse al
mundo y a su pecado, sin duda caerán en maldición y producirán horror por su
situación en quienes los observen (v21-22). La Palabra expone con claridad que
nuestro Dios disciplina a los que toma por hijos (Hebreos 12:7), si no lo
hiciera no sería un buen padre.
El Señor merece un lugar de exclusividad en nuestra vida, en
donde podamos decir con total libertad que es nuestro “Señor” y gobierna con
completa autoridad sobre nuestra existencia, relegar a Dios a una segunda o
tercera posición nos expone a múltiples padecimientos, pero el peor de todos
es, sin lugar a duda, una eternidad de condenación, separados de él por siempre
(v19-20).
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